El presidente Pedro Castillo debe estar muy feliz por el Congreso que tiene y que ayer no ha sido capaz de alcanzar los votos para censurar al fantasmal ministro del Interior, Willy Huerta, a quien se atribuye responsabilidad política en las intromisiones que se hacen desde Palacio de Gobierno para evitar que la Policía Nacional cumpla con su rol de arrestar a los prófugos del entorno presidencial.

Ayer iba a votarse la reconsideración. Se había convocado para un pleno para ese fin. Sin embargo, Avanza País tuvo que retirar el pedido al no contar, por segunda vez, con los votos necesarios para mandar a su casa a Huerta, quien fue designado ministro una vez que el jefe de Estado decidió echar a Mariano González, tras haber armado un equipo de agentes que bajo órdenes de la fiscalía debía ubicar a los evadidos Juan Silva y Fray Vásquez, entre otros.

Si este Congreso no ha sido capaz de censurar a Huerta en dos oportunidades pese a los cuestionamientos, habría que ser bien inocente para seguir creyendo que algún día va a alcanzar los votos necesarios para echar del cargo al presidente Castillo. El hombre está empapelado hasta el cuello en la Fiscalía de la Nación, pero la mayoría de legisladores parece estar en otra. Sin duda el país es lo que menos les interesa.

Por la tercera parte de lo que se atribuye al profesor y es materia de investigación en el Ministerio Público, más de un presidente ha tenido que irse. Pero acá no pasada nada. Así vamos más de un año. Está reinando el infame “nos quedamos todos”, antes que el Congreso se digne a hacer control político. La mayoría está mirando a otro lado con el pretexto de “la gobernabilidad” o “la semana de representación”.

Se entiende que las bancadas de izquierda apoyen a su líder, al personaje que llevaron al poder a pesar de todo. No se puede esperar más de ellas. Están dispuestas a ir hasta el final con el presidente Castillo. Lo que indigna es el papel que juegan los llamados “niños” y los otros infiltrados en agrupaciones que se hacen llamar “democráticas” como Somos Perú, Podemos o Alianza para el Progreso (APP), que son aliados del régimen. ¿A cambio de qué?