Jeb Bush se ha convertido en el cuarto candidato republicano para competir por su partido en las elecciones presidenciales de 2016 en los Estados Unidos. Ya lo son Marco Rubio, Rand Paul y Ted Cruz.

Los cuatro antes deberán competir en las primarias para alzarse con el que será rival de la candidata prácticamente natural de los demócratas: Hilary Clinton. Resulta novedoso que sea un tercer miembro de la dinastía Bush el que busque llegar a la Casa Blanca. Ya fueron presidentes su padre George H.W. Bush y su hermano mayor George W. Bush.

Jeb, que es un político exitoso -ha tenido una excelente performance como Gobernador de Florida-, aparece en el escenario electoral premunido de una importante aceptación entre los latinos y hay varias razones que lo respalda. En primer lugar, su posición sobre las políticas migratorias, distante de la que ha venido sosteniendo el ala dura de su partido, está muy asociada a las de tolerancia y flexibilidad que ha caracterizado en los últimos tiempos al presidente Barack Obama.

Es probable que haya contribuido en ello el hecho de que el candidato republicano esté casado con Columba Garnica Gallo, una mexicana que en 1998 decidió nacionalizarse estadounidense.

Este será un importante punto a favor de Jeb por lo menos sobre los otros tres candidatos republicanos.

Ha sido un efectivo gestor en el manejo fiscal cuando fue gobernador y la aceptación que alcanzó fue bastante reconocida. Aunque para su madre decir que “ya hemos tenido suficientes Bushes” era buscar soslayar sanamente la candidatura de su hijo, lo cierto es que la dinastía está mostrando un peso y una gravitación política importante en medio de la clase política del país.

Para algunos, incluso, si Jeb Bush ganará la presidencia, habría que pensar en un cuarto miembro de la familia: su hijo de 39 años.