En los países que han transitado por crisis extremas de convivencia social arriesgando su propia viabilidad como nación, la clase política no ha encontrado otra salida democrática que la de suscribir un pacto con principios, objetivos y propuestas básicas que garanticen la gobernabilidad del Estado por un periodo mínimo de tiempo, hasta lograr su estabilidad.

Así lo hicieron sucesivamente países como Venezuela con el Pacto de Punto Fijo (1958), España; con el Pacto de la Moncloa (1975); Argentina, con el Pacto de los Olivos (1993) y más recientemente México, con el Pacto por México (2013-2014). En todos ellos, la crisis de gobernabilidad había escalado a niveles insostenibles como consecuencia de diversos factores exógenos y endógenos propios de cada nación en el tiempo en los que ocurrieron, pero hallaron en el pacto de gobernabilidad el mecanismo que les permitió esquivar el abismo institucional al que se dirigían, al parecer, irremediablemente.

En el Perú, desde el año 2001 en que dejó el poder Alberto Fujimori, se instauraron sucesivos gobiernos que si bien es cierto fueron fruto de elecciones democráticas, han promovido (Toledo, Humala, Vizcarra) o tolerado (García) la dicotomía fujimorismo/antifujimorismo. Esto nos ha conducido a una atmosfera política irrespirable, con elecciones generales en ciernes e inmersos ahora dentro de una pandemia mundial, que ha desnudado una miseria moral en la clase política (y me refiero a políticos, burócratas, periodistas, analistas y cuantos tengan que ver con la cosa pública) con el llamado “vacunagate”.

El despeñadero al que nos condujo el expresidente Martin Vizcarra con inútiles reformas política y judicial, la inconstitucional disolución del Congreso anterior y la desastrosa (sino criminal) actuación contra la pandemia con el execrable favorecimiento indebido de las vacunas contra el COVID-19 que ha consternado a todo el país, no deja lugar a dudas de que la nación urge de un pacto de gobernabilidad por parte de las fuerza políticas que aspiran a tomar el poder por medio de las urnas, con principios mínimos que garanticen la tolerancia y la convivencia social. La disyuntiva que le espera al Perú es crucial: Pacto 2021… O caos total.