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A veces la necesidad de informar sobre un fenómeno en forma breve y rápida origina que se pongan nombres graciosos y similares a algo que la gente identifica. Por ello, indebidamente, también inventamos motes como gordo, rata, flaco, ñato etc.

Hemos escuchado varias veces identificar al cielo de Lima como “panza de burro” y es cierto. Lima normalmente es gris, salvo los meses de verano en que incluso durante varios días amanece gris.

Es por ello que los limeños van al sur a veranear. Pero la “panza de burro” hace que desde el otoño sus casas de verano empiecen a deteriorarse hasta el siguiente verano.

Esta” panza de burro” abarca desde las costas de Áncash hasta Tacna e inclusive al norte de Chile. Este fenómeno causado por la interacción del Anticiclón del Pacífico Sur, la Corriente Peruana, la Cordillera de los Andes y la estacionalidad origina que nuestro clima semitropical no sea igual de lluvioso como el de Río de Janeiro, Salvador de Bahía o Recife que hemos visto en esta Copa América, pese a ubicarse en la misma latitud.

La “panza de burro” no crece en forma de lluvia como en Brasil, porque sobre las nubes existe una inversión térmica que les impide elevarse como en la selva.

Esta inversión térmica tiene una onda de rebote en el espectro electromagnético y, por tanto, en las comunicaciones, capaz de ser utilizadas para voz y data. Ello bien podría servir para realizar comunicaciones alternas en caso de desastres en toda esa zona, sin necesidad de usar antenas repetidoras.

Incluso las empresas privadas de telecomunicaciones podrían aprovechar esta “panza de burro” y las ondas que genera.

En resumen, el Cielo de Quiñones también es un gran laboratorio atmosférico que con tecnología e ideas nacionales podría servir para avanzar hacia nuestro desarrollo. Aprovechemos las peculiaridades de nuestro clima.

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