El papa Francisco fue claro sobre las dictaduras, uno de los mayores flagelos de los que ha adolecido América Latina. Su evocación democrática nos recuerda que todas las doctrinas contemporáneas del derecho internacional público, desde la reconocida doctrina Tobar del ilustrísimo canciller ecuatoriano Carlos R. Tobar (1906), se han encargado de proscribir el reconocimiento de los gobiernos de facto, es decir, a aquellos regímenes fundados en el uso y administración del poder por la fuerza, tal como lo han hecho las dictaduras y los totalitarismos en la región. El Papa argentino lo ha recordado porque sabe que nuestro continente es sumamente vulnerable y porque, además, las instituciones tutelares de nuestros países han sido objeto de manipulaciones por arrastre del imperio de la intolerancia, como sucede actualmente en Venezuela, gobernada por un presidente gendarme. Pero Su Santidad, el jesuita Francisco, quien conoce muy bien nuestras realidades locales y quien no es ningún cándido, no ha desaprovechado su homilía en el Parque Bicentenario de Quito para saltar de su discurso confesional sobre la familia en Guayaquil y advertir sobre la tentación de quienes buscan mantenerse en el poder, creyéndose indispensables cuando en realidad lo que hacen es dañar el destino de sus pueblos. Por eso, el Pontífice también llamó la atención sobre “los personalismos y el afán de liderazgos únicos”. Eso ha sido lo más directo que ha pronunciado en su gira latinoamericana y resulta sintomático que lo diga en Ecuador, donde gobierna un presidente que se ha peleado prácticamente con todos los medios de comunicación y que lleva casi 9 años en el poder. El Papa está a pocas horas de partir para Bolivia, donde se encuentra el presidente Evo Morales, quien también administra el poder por un lapso similar. ¿Qué más dirá en La Paz? A quien caiga que aguante...