La noche es el escenario de las desveladas más memorables de la paternidad. Puedes hacer mil y una actividades en la mañana y la tarde, aplicar todos los trucos aprendidos, pero, al final del día, quien decide si es hora de dormir o de seguir jugando es tu hijo o hija. Ese es el camino que ha escogido explorar el escritor Rubén Quiroz en su poemario “Papá, no quiero dormir” (Dendro, 2025), acompañado de los dibujos de su hija Luna que intervienen como una comunicación simultánea y lúdica entre los versos. En 16 poemas, el filósofo y crítico peruano retrata las escenas particulares del quehacer paternal para que la niña duerma. Tiene como personaje a un padre que sale a trabajar y que, al término de la jornada, regresa a casa para jugar y, por supuesto, descansar al caer la noche. Pero la pequeña no duerme. Y cómo va a dormir si puede extender el tiempo juntos lo más que pueda, a tal punto de que el sueño se posterga incluso hasta el amanecer. Despiertos, la imaginación brota en estos poemas, con la lógica llevada a otros lugares donde podemos imaginar, por ejemplo, un mundo sin matemáticas, aunque los números se terminen por imponer, como las tareas escolares. Y recordar las jornadas de fútbol de la niña y pensar en la luna como “una pelota que alguna niña pateó / y se quedó en el aire / justo antes de convertirse en otro gol”. Y mirar las sombras en la pared con sus entretenidas figuras, así como bailar y reír con cosquillas. Y sortear la música que Google arma para hacer dormir y que pocas veces funciona. En síntesis, presenciar el maravilloso asombro infantil, lo que muchos adultos hemos perdido y que una paternidad activa te permite redescubrir. Los poemas están llenos de humor, tienen giros divertidos y un estilo que se enriquece con el arte de Luna. Es una conversación cotidiana que toma un cariz poético por la síntesis y el buen oído del autor para reconstruir ese mundo personal entre padre e hija. Sin embargo, esto no implica que se dejen atrás otros temas tan reales y necesarios de mencionar, como el cansancio, los momentos de preocupación como la fiebre de la niña o el insomnio del mismo padre, que pide a la hija que sea ella quien le cuente un cuento, expresando la vulnerabilidad que tantas generaciones de varones callaron por esa crianza que, erróneamente, sentenciaba que expresar sentimientos era considerado una debilidad. Rubén Quiroz ha escrito un poemario que toma el lenguaje del mundo infantil, para retratar, con sutileza formidable, la paternidad actual.