La situación que en este momento atraviesa Somos Perú, que postula a Daniel Salaverry a la Presidencia de la República, es una radiografía que ilustra muy bien la debilidad de la mayoría de partidos políticos –por llamarlos de alguna forma–, en que las divisiones internas, las peleas y los manejos a cargo de cúpulas alejadas de la voluntad de las bases se convierten en un problema mayor cuando estas agrupaciones logran los votos para llegar a Palacio de Gobierno o al Congreso.

Más allá de la inmensa mochila que ha significado llevar al cuestionado Martín Vizcarra en la lista de postulantes al Congreso por Lima, los líos en la agrupación fundada por el fallecido exalcalde Alberto Andrade alcanzan ribetes de surrealismo, como el hecho de ver al secretario general, Juan Carlos Zurek, yendo a reclamar a la presidenta del partido, Patricia Li, para que el exmandatario y Salaverry renuncien a sus postulaciones.

Pero los líos no son de ahora. Recordemos al momento de la votación por la vacancia de Vizcarra en noviembre último. La bancada “somista” se dividió a menos de un año de haber iniciado funciones, y luego apareció Salaverry, quien nunca fue militante, como candidato a la presidencia. Finalmente entró al ruedo el exmandatario, lo que generó nuevas críticas internas que ahora son más que evidentes. Esto es una pequeña muestra de cómo funcionan los partidos políticos en el Perú.

Pero el problema no es solo el hecho de que se saquen los ojos en la interna en plena campaña electoral. Lo grave para el país sucede realmente cuando agrupaciones de este tipo ganan cargos públicos. ¿Imaginan a Salaverry de presidente del Perú con un partido dividido y donde pocos lo quieren? ¿Qué facción de Somos Perú sería la bancada oficialista? ¿La que lidere Vizcarra o la que lo rechace? Esta película ya la hemos visto muchas veces en las últimas décadas.

Lo que pasa en Somos Perú es apenas un ejemplo de la falta de institucionalidad y representatividad en los partidos. Se han hechos estudios para salir de esto. Las propuestas en el papel abundan. Sin embargo, la mayoría de agrupaciones siguen siendo clubes de amigos –o de enemigos– que irresponsablemente se lanzan a pedir los votos para gobernar un país complejo como el nuestro, sin más “respaldo” que las ganas de llegar al poder. Luego, las consecuencias las pagamos todos.