La vigencia de la agrupación política del asesino de policías Antauro Humala ha quedado eliminada definitivamente por la Sala Civil Permanente de la Corte Suprema, que ha ratificado la anulación que se dio en primera instancia de la inscripción de este nocivo partido que buscaba participar en elecciones a pesar de su “propuesta” violentista, racista, misógina, discriminadora y nociva para los derechos humanos, la vida, la legalidad y el estado de derecho.

Ayer se vio el caso que fue sustentado por el Ministerio Público, que ha sido resuelto a favor de los peruanos de bien. Ahora dicha agrupación quedó impedida de participar en política y debe cerrar sus locales, todo esto para pesar de los seguidores natos del criminal y de los izquierdistas oportunistas como los de Juntos por el Perú, que se subieron al carro de Humala para tratar de conseguir al menos unos escaños en el próximo Congreso, quizá en una bancada que pudo ser llamada la de los “matapolicías”. Algunos podrían decir que se debió permitir que el partido de Antauro Humala participe en elecciones para que sean los ciudadanos los que con su voto, tengan la posibilidad de aceptar o rechazar las propuestas de esta gente. Pudo ser. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las agrupaciones políticas son, en teoría, un bastión de la democracia porque son estas las que ponen sobre la mesa las alternativas de gobierno, a fin de que los votantes tomen una decisión.

Sin embargo, qué “bastión de la democracia” podía ser una agrupación que proponía públicamente acabar con…. la democracia, patear a la legalidad y fusilar gente, incluyendo al propio hermano del “líder” del partido, aunque por estrategia éste no aparecía formalmente como tal. Un país civilizado no podría ponerse, a través de sus instituciones, la soga al cuello y dar espacio a los verdugos que venían con el hacha en la mano, esa misma mano que hace 20 años acabó con la vida de cuatro policías en Andahuaylas.

Toda agrupación que promueva la muerte y el fin de los principios democráticos y el orden constitucional, debe ser sacada de carrera electoral, que es no es un ámbito para antisistemas, radicales, incendiarios ni aprendices de revolucionarios, y mucho menos para homicidas. Quizá los jueces supremos que tuvieron en sus manos el destino del partido del asesino de los Humala, pensaron que ellos también pudieron ser víctimas de este sujeto que cree que todo se resuelve frente a un paredón.