Ayer en Correo Lima hemos indicado que en el actual Congreso, 43 legisladores han dejado la bancada de la agrupación por la que fueron elegidos, lo que más allá de los números muestra un problema que viene de atrás, específicamente de la precariedad e informalidad de los llamados “partidos políticos” que en la práctica no son más que grupos que se forman antes de cada elección alrededor de un caudillo o de intereses particulares, que nada tienen que ver con la búsqueda del bienestar de los ciudadanos.
Esto no es exclusivo de izquierdas o derechas, viene de todos lados. Pasa con la gente que llevó tanto Vladimir Cerrón como Rafael López Aliaga, y no se ha solucionado ni siquiera dando fondos públicos a las agrupaciones, que como ya sabemos, han ido a parar al bolsillo de los amigos o de los dirigentes que han encontrado una forma de vida al recibir un sueldo fijo a cambio de estar al frente de agrupaciones que son una malagua que navega sin rumbo y sin aportarle al país.
En los últimos 25 o 30 años se han lanzado ideas para que en el Perú existan verdaderos partidos políticos, pero los resultados demuestran que todo ha sido un fracaso. Evidentemente mucho tiene que ver que los “líderes” han terminado implicados en graves actos de corrupción o hasta en la cárcel. Pero más allá de eso, ninguno ha dejado cuadros o una corriente ideológica o política que puedan continuar guiando a la agrupación fuera de los problemas de índole penal.
Un comentario aparte merece lo que pasa con Acción Popular, que en teoría sí es un partido político de los “históricos”. Sin embargo, en los últimos años la ausencia de una dirigencia definida que conduzca la agrupación por la ruta que trazaros sus fundadores, ha permitido la infiltración de pillos y sinvergüenzas que han sido colocados incluso en el Congreso, de donde sin duda saldrán para ir a un penal por vender sus votos a cambio de diversos beneficios.
Lamentablemente, hoy hacer política partidaria para luego tentar un cargo público no atrae a mucha gente con solvencia profesional y ética. No creo que les resulte muy motivador tener como “líderes” a César Acuña, José Luna o Vladimir Cerrón, para más tarde sentarse en un Congreso con gente como Pasión Dávila, María Agüero, alguna de las “mochasueldos” o uno de “los niños”. Para eso, mejor dedicarse a servir al país desde el ámbito privado, y mientras tanto el problema de los partidos se agrava.