Los partidos políticos son asociaciones de ciudadanos que constituyen personas jurídicas de derecho privado cuyo objetivo es participar democráticamente de los asuntos públicos del país dentro del marco de la Constitución y la ley. Dicho esto, diversas reacciones ha causado la reciente aprobación del dictamen aprobado por la Comisión de Constitución del Congreso que contempla la modificación de la Ley de Organizaciones Políticas No. 28094 sobre elecciones “primarias”, introduciendo algunos cambios importantes para éstas. Así, se ha modificado el voto “obligatorio” convirtiéndolo en “voluntario”; se ha pasado de un esquema de elección en el que participaban obligatoriamente militantes y no militantes por uno en el que cada organización, de acuerdo con su propio Estatuto, elige directamente la forma de participación: 1). Abriendo la votación a afiliados y no afiliados 2). Permitiendo sólo la votación universal de afiliados (un afiliado un voto) 3). Permitiendo que la asamblea de las organizaciones elija delegados que, a su vez, elijan a los candidatos; el retorno del voto preferencial y finalmente, la elevación del número de adherentes para la inscripción oficial de un partido político, pasando de 0,1% de ciudadanos del padrón electoral (que de acuerdo al JNE equivale a 25,288 ciudadanos), a un porcentaje no menor del 3% del mismo (aproximadamente 700 mil ciudadanos).

La pregunta del millón es si las PASO (primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) que pretenden modificarse en el Congreso, garantizan realmente -como afirman algunos-, la erradicación del “poder” de las cúpulas dentro de los partidos políticos y dejan realmente en manos de los ciudadanos la tarea de escoger quien debe ser candidato o no. Lo cierto es que, en lugar de centrarnos en fortalecer los partidos políticos como representación nacional, hemos permitido que con una escaza muestra de ciudadanos, se hayan podido registrar a la fecha más de 24 organizaciones políticas, todas habilitadas para participar de cualquier proceso electoral, además de haber promovido casi el triple de organizaciones “regionales” perdiendo el foco de la importancia que reviste para nuestra democracia el contar con partidos políticos de mayor peso y proyección nacional que “incluyan” en lugar de dispersar.