Dos candidaturas ubicadas en los extremos fueron elegidas el 11 de abril y definirán en segunda vuelta la Presidencia de la República. La de Keiko Fujimori no solo reivindica el gobierno de su padre, una dictadura corrupta que privatizó las empresas del Estado, compró armas de guerra inservibles y se apropió cientos de millones de dólares, sino que tiene mochila propia. Millones de dólares le fueron entregados sin pasar por los canales legales y es responsable directa de la crisis política que vivimos.

Pedro Castillo expresa el voto de protesta de quienes no han recibido beneficios desde el Estado manteniéndolos en la pobreza, atraso y abandono, consecuencias de un modelo económico excluyente, pero también la esperanza de un cambio ya cantado, de una redistribución del ingreso indispensable, con mayor equidad

La segunda vuelta expresa esta polarización y, para ganar, ambas candidaturas necesitan ganar adhesiones, vencer resistencias y prometer cambios sustanciales.

Keiko Fujimori defiende este modelo económico, la Constitución de 1993 y buscará apoyos que no cuestionen sus vínculos pasados y actuales con la corrupción y el obstruccionismo.

Pedro Castillo busca polarizar entre ricos y pobres, corruptos y los que no lo son. Buscará el apoyo de los sectores progresistas y de izquierda, así como plantear un camino propio sin identificarse con Venezuela ni con supuestas simpatías que despierte en el Movadef.

Quienes voten por Fujimori lo harán venciendo sus reticencias a la corrupción, mientras los simpatizantes del progresismo y la izquierda lo harán acompañando en su protesta a los menos favorecidos por el modelo, asumiendo posiciones vigilantes y de condena a los sectores violentistas.