Es de esperarse que el gobierno de Bolivia no se deje sorprender por la declaración hecha ayer por el prófugo peruano Martín Belaunde Lossio, el único “perseguido por sus ideas” de todo el planeta que en los últimos años ha hecho millonarios negocios, algunos de ellos con el Estado, tenía a la madre de su hijo trabajando en el Despacho Presidencial y por el cual el Mandatario de un país pide que sea tratado con mesura.

Lo que está claro en este caso es que Belaunde Lossio se encuentra en problemas con la justicia por haber sido, según el Ministerio Público, uno de los cabecillas de la red mafiosa que operó en la región Áncash y que contó para sus oscuros propósitos con “La Centralita”, un presunto centro de interceptación telefónica donde incluso trabajaba gente que cobraba sueldos del Estado.

Es comprensible que una persona que tiene orden de captura y busca evitar la cárcel recurra a cualquier argumento para salvarse. No obstante, resulta ridículo que diga que es un “perseguido por sus ideas” cuando, incluso, el hombre es dueño de un medio de comunicación que se expresa libremente y, además, dentro de una línea editorial afín a los intereses de Palacio de Gobierno.

Se debe tener en cuenta que por el mismo caso por el que se ha pedido la detención del amigo de Ollanta Humala y Nadine Heredia, hay decenas de personas presas que difícilmente podrán alegar “persecución por sus ideas”. Lo que hemos tenido acá, según el Ministerio Público, es una megabanda de corruptos con tentáculos en diversas instancias del Estado.

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