Perú y Chile con gobiernos de izquierda, podrían configurar desde su afinidad ideológica -son las circunstancias producidas por la ciclicidad de la conducción del poder político y no deberíamos escandalizarnos por ello-, una irrepetible oportunidad bilateral. En efecto, nuestra diplomacia, acostumbrada en los últimos tiempos a dejar todo para las calendas griegas y sin brújula como ejecutora de la política exterior del país para abordar asuntos que deben ser finiquitados, como es el caso de exigir políticamente a Chile la publicación de su nueva cartografía marítima conforme el trazado de la delimitación marítima establecido por la Corte Internacional de Justicia en su histórica sentencia de 2014, y que fijó dicho límite marítimo en el punto de intersección entre la proyección del paralelo que pasa por el Hito N° 1 y la baja marea o bajamar, en la orilla del mar.

Chile no lo ha hecho hasta ahora. También deberíamos requerir a la diplomacia chilena para que, junto a la peruana, registren en la secretaría general de las Naciones Unidas el punto exacto del límite marítimo establecido por la Corte y ubicado por ambos países con coordenadas geográficas. Recordemos que el Perú jamás lo pidió a la Corte -Numeral 197 de la sentencia de la CIJ- siendo el mayor error jurídico de nuestra delegación ante el tribunal de la ONU. Lo cierto es que se trata de una completa inconsistencia que seguimos permitiendo, es decir, de que Chile al cabo de casi 8 años del fallo, mantenga el paralelo de facto de 200 millas anterior a la sentencia. A nuestros políticos y diplomáticos les falta carácter para dar por concluido los procesos y más aún, uno tan sensible como la delimitación marítima que nos terminó enfrentando jurídicamente a Chile.

Pero ese tamaño de interés y responsabilidad de Estado por supuesto que no está en el radar del canciller Maurtua que solo vive recordándome a la diplomacia de la República Aristocrática del siglo XIX, a la que Manuel González Prada imputó por hallarse completamente desentendida de los intereses nacionales. Castillo, con la nueva coyuntura bilateral con Chile, podría dar el salto cualitativo que nadie ha dado hasta ahora y para ello, respetuosamente deberá tomar decisiones propias del estadista que está llamado a ser, a pesar de las vulnerabilidades señaladas a su gobierno.