Policía peruana, eres pueblo hecho ley. Estas palabras, recordadas con simpatía y convicción por muchos, forman parte del himno de la gloriosa Policía Nacional. Tristemente, por medio de indagaciones periodísticas, descubrimos que existen agentes de policía involucrados activamente en la corrupción, y que, por tanto, favorecen el quebrantamiento de la ley. Es un error de razonamiento atribuir a toda la institución policial la culpabilidad, puesto que la mayoría no traicionan el mandato policial de servir por vocación noble y leal, ni ceden a la tentación de recibir una compensación económica por entrelazarse con el crimen organizado para permitir actividades delictivas. Pero también es cierto –como nos enseña la película Serpico (1973)– que “la corrupción policial no puede existir a no ser que sea tolerada en los niveles más altos del departamento”. Serpico, película dirigida por Sidney Lumet, nos cuenta la historia de Frank Serpico, un agente policial incorruptible, de gran sentido de justicia y dispuesto a defender la verdad, que descubre que “todo el sistema está corrupto”. Sus compañeros, asociados al crimen, recaudan sobornos y reciben un gran porcentaje por ello. Serpico, denuncia los sobornos a una brigada de investigación, recurre secretamente al New York Times y finalmente, tras el calvario que vive dentro de la institución policial, declara ante la comisión investigadora, testificando. ¡Por más que la injusticia se imponga, el policía debe perseverar en el bien! Al inicio del film, en la ceremonia de graduación de policías, el orador dice: “Todos los días vuestra vida estará en peligro y vuestro carácter también”.