El Minedu anunció el 2011 que formularía un “Marco Curricular” (hubo tres versiones controversiales), sin evaluación técnica previa del Diseño Curricular Nacional (DCN) y sin considerar que tenía dos años y medio de vigencia. Con tal decisión inició su desactivación, obligando a los colegios -sin sustento legal y generando gran confusión pedagógica- a la utilización de ocho aprendizajes fundamentales, rutas de aprendizaje, mapas de progreso, unidades y sesiones de aprendizaje. Todo ello acompañado de capacitaciones, talleres, congresos, materiales, contratación de consultorías y personal que han traído consigo un alto costo para el Estado.

Luego el Minedu decide mantener el DCN. Pero a fines de marzo, ya iniciado el año escolar, ha hecho cambios en las competencias y capacidades del DCN e incorporado indicadores de desempeño para todo el Perú. Y, lo más grave, modificó los rubros de evaluación -cuando ya se habían entregado notas del primer periodo escolar- para calificar a los estudiantes en los registros y libretas. En el caso de inicial, además, se ha dispuesto evaluar más de 200 indicadores por grado. Variaciones que no responden al enfoque pedagógico del DCN en una mixtura sin coherencia técnica ni práctica.

Todo este desorden curricular nos debe llevar a una reflexión crítica, constructiva y propositiva a todos los actores educativos. Y sobre todo a los decisores actuales y futuros de políticas pedagógicas, para actuar considerando que, por encima de pareceres personales-grupales y político-partidarios, están los intereses de nuestros estudiantes. Lo ocurrido en este quinquenio no debe volver a repetirse.