Vergüenza ajena y algo de envidia sentí al final de la semana pasada cuando estando en Santiago de Chile recibí la información, junto con el Perú y el mundo, de que el presidente Ollanta Humala, en un encuentro con la prensa extranjera en Lima, había señalado que el fujimorismo es una agrupación que nació de “la cloaca”, con lo que dio pie a las naturales respuestas de los aludidos y un “debate” que en nada beneficia al país y que nos muestra el nivel de nuestra clase política.

Lo señalo porque en estos momentos Chile se encuentra en un momento para muchos crucial, pues a ocho meses de iniciada su gestión la presidenta Michelle Bachelet ha puesto en marcha tres cambios fundamentales que fueron ofrecidos, aunque a grandes rasgos, durante la campaña electoral: una reforma tributaria con afán “redistributivo” y destinada a hacer que los que más ganen, más paguen al fisco; una reforma educativa total y un cambio de la Constitución heredada de los tiempos de Augusto Pinochet.

Entonces, el vecino país vive tiempos complicados y de incertidumbre. Incluso el gerente general de la Confederación de la Producción y del Comercio, Fernando Alvear, dijo que por estos días la relación entre los empresarios y el Gobierno es la más difícil de los últimos 20 años. Sin embargo, el nivel del debate es otro y jamás se verá a la presidenta Bachelet saliendo a gritar que quienes la critican por sus reformas, o quizá los herederos del “legado” de Pinochet, provienen de “la cloaca”.

Es lamentable que acá el nivel del “debate” político haya llegado a niveles de “cloaca”, pero lo más cuestionable es que por estos días esa “agenda” haya sido puesta por el propio presidente Humala, quien por su investidura y por las responsabilidades que tiene para sacar adelante un país con problemas de inseguridad ciudadana y económicos -aunque en Chile seguimos causando envidia por nuestra solidez macroeconómica-, debería dejar de lado actitudes de político inimputable.

De Chile siempre hemos admirado y envidiado su despegue económico luego de la catástrofe del gobierno de Salvador Allende. Sin embargo, sería bueno aprender de ellos algo del nivel de su política, pues ahí los que creen en unas ideas la tienen clara y están convencidos de ellas, empezando por la socialista Bachelet con sus reformas para “corregir los errores del modelo de la economía abierta”; mientras que quienes discrepan saben hacerlo con altura, sin llegar jamás a lenguajes de alcantarilla como el que vimos la semana pasada salir de Palacio de Gobierno. Lamentable.