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Esta semana el Gobierno anunció que el Perú solo admitirá el ingreso de ciudadanos venezolanos que cuenten con pasaporte y visado. Esto, en la práctica, significa cerrar las fronteras a la mayoría de migrantes venezolanos, pues la situación allá hace casi imposible poder adquirir dichos documentos.

Semanas atrás, el canciller anunció en la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso que se estaba evaluando esta posibilidad. En esa oportunidad, intervine para señalar que había que tener mucho cuidado con medidas como esa, pues se estaría desconociendo las particularidades de este fenómeno migratorio. No nos encontramos ante una migración regular, como la que realizaron cientos de miles de peruanos en las últimas décadas para buscar un mejor futuro; nos encontramos ante un fenómeno con características de desplazamiento humanitario: los venezolanos que llegan al país más que migrantes son refugiados.

Y los desplazamientos no terminan cuando se elevan las vallas migratorias, pues las personas que escapan de la miseria y la violencia no tienen a dónde ir. Lo que sucede es que se precariza tremendamente su situación: igual entrarán al país a través de una frontera poco controlada como la nuestra, pero su situación irregular los hará más vulnerables a la trata de personas y a la explotación laboral.

¿Las encuestas apoyarán esta medida? Todo indica que sí, pero recordemos que el juicio de la historia es más severo que el de la coyuntura. La problemática de la migración venezolana se ha convertido en un reto para todo el continente, el cual debe ser abordado conjuntamente y de manera inteligente por todos los países de la región. No debería haber lugar para el populismo.

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