El impacto de la pandemia ha sido brutal y nos ha enfrentado a activar nuestra creatividad, a adelantar la innovación tecnológica pero también a dilemas éticos que alcanzan lo económico pero también, lo humano, como en el caso de la discriminación a los más adultos. Pero la pandemia ha puesto también a prueba la fortaleza macroeconómica del Perú, pues con errores y negligencias, hemos capeado el temporal porque no estamos en la fragilidad de los ochenta. Sin embargo, aunque las salidas tienen un plano de corto plazo materializado en las políticas contracíclicas, éstas tienen un límite, pues no se puede presionar el espacio fiscal con más deuda externa ni tampoco es prudente profundizar más el déficit fiscal. Por ello, urgentemente deben ser complementadas con políticas de cambio estructural que incluyan una profunda reforma del Estado.

La crisis amenaza a prolongarse todo el 2021, aunque se crezca algo por efecto rebote. También amenaza con marcar la década. Peor ahora que sabemos que somos los últimos en la fila por las vacunas, gracias a la incompetencia y mentiras del régimen vizcarrista. Todo lo cual obliga a medidas de corte estructural, que vayan más allá de salvar la coyuntura Algunas de esas medidas deben referirse a la reconstrucción de la institucionalidad política mínima para recuperar la confianza de los agentes económicos, el impulso de las infraestructuras con reorientación de prioridades y mejoramiento del sistema de asociaciones público-privadas, la cancelación de “elefantes blancos”, la reducción, donde corresponda, del tamaño del Estado, la lucha radical contra la corrupción, la formalización de la economía y el centralismo.

La próxima campaña electoral será un excelente espacio para discutir éstas y otras medidas estructurales que puedan proponerse y que se deberán aplicar si no queremos perder otra década. Ojalá el debate político esté a la altura.

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