Hoy, que es Día del Papa, veamos las razones por las que Francisco, el primer papa americano, después de veintiún siglos de pontífices originarios de Europa -el último no europeo fue el sirio Gregorio III en 741-, aún no visita Argentina, su país natal. En efecto, no ha retornado desde que fuera ungido como Santo Padre, el 13 de marzo de 2013. Francisco, que es también el primer papa jesuita -nunca un miembro de la Compañía de Jesús, Orden fundada en 1534 por Íñigo López de Recalde, el célebre San Ignacio de Loyola, había llegado al solio pontificio-, ha venido hasta Sudamérica, visitando todos los países menos su tierra y Uruguay. Al convertirse en Vicario de Roma, gobernaba Cristina Fernández (2013) y no era un secreto que sus relaciones con el gobierno -como arzobispo de Buenos Aires- venían de ser muy tensas. También lo fue con el de Ernesto Kirchner -el difunto esposo de Cristina- que lo llamó “líder espiritual de la oposición” y hasta dejó de asistir al tradicional Tedeum, cada 25 de mayo, día del primer aniversario de la Patria. Cuando llegó al poder Mauricio Macri, una de los primeros actos que emprendió el gobernante de derecha fue visitarlo en el Vaticano, pero viéndose nunca tuvieron química. A Francisco en el pasado lo habían tildado por su falta de señalamiento y denuncias de los abusos de la dictadura militar, plagada del conservadurismo argentino más radical, aún cuando fue considerado un moderado entre los prelados más conservadores y por la minoría “progresista” de su país. Lo último que ha dicho ha sido “tengo ganas de ir a la Argentina pero lo veo un poco difícil para el 2020”. Conforme las reglas canónicas, si acaso no visita su país como papa activo, ya no podrá hacerlo como emérito, si decidiera seguir el mismo camino que Benedicto XVI.