Primer caso. Una señora se acercó al colegio para pedir explicaciones sobre el calificativo de 12 que su hija había obtenido en Matemática en el segundo trimestre, pues en el primero había sacado 17. El docente le hizo notar que en tareas tenía 14, en participación 12 y en pruebas escritas 10. Le pidió que saque el promedio y que esa era la razón. La mamá le dijo que le interesaba saber en qué estaba fallando la alumna, para lo cual no hubo respuesta explícita del docente.

Segundo caso. Un alumno desaprobado al final del año con 10.4 (10) y otro aprobado con 10.5 (11) en Ciencia y Tecnología. El director le preguntó al docente cuáles eran las diferencias respecto al logro de los aprendizajes de ambos, a lo que el docente respondió que él era objetivo y que los números son los números.

Tercer caso. Un estudiante que en Comunicación el primer trimestre obtuvo “A” (logro de aprendizaje esperado) en las competencias de (i) comunicación oral, (ii) producción de textos escritos, y (iii) lectura y comprensión de textos. Pero en el segundo trimestre bajó a “B” (logro en proceso) en las dos primeras y “A” en la tercera. Ante esta información en las libretas los padres pudieron informarse dónde había problemas en los aprendizajes de su hijo. Además, el profesor les explicó detalladamente-incluyendo al alumno- las acciones de recuperación que se iban a trabajar en el colegio con el apoyo del hogar. Es así como el tercer trimestre logró “A” en los tres aprendizajes fundamentales (i, ii y iii) y por la tanto el estudiante logró “A” en la cualificación.

En los dos primeros casos se desarrolló una evaluación acumulativa y sumativa; en el tercero el educador desarrolló una evaluación de proceso, descriptiva, retro alimentadora y recuperadora, es decir “formativa”. Este es el sistema que formalmente, desde hace muchos años, se aplica en Inicial y Primaria y, hace 2 años,progresivamente en primero y segundo de secundaria. El reto es que los colegios lo apliquen a cabalidad.

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