Mientras los conservadores viven preocupados por el aumento de gobiernos progresistas o de izquierda en la región, los marxistas también pero por la expectativa que hay por lo que hagan; sin embargo, nadie quiere saber ni le importa las doctrinas filosóficas o políticas. En los años 60 era común sentar posición en favor o en contra de Adam Smith y Carlos Marx, los patriarcas del capitalismo y del socialismo, respectivamente. La prueba de que la gente ya no está interesada ha sido la elección del derechista Guillermo Lasso en Ecuador (2021) y recientemente la del izquierdista Gustavo Petro en Colombia. Ambos han llegado al poder en el tercer intento y ambos fueron mejores candidatos que sus rivales políticos de turno, a los que vencieron en segunda vuelta. En efecto, Lasso volteó la torta al correísmo que se había impuesto preliminarmente con Andrés Arauz, delfín del expresidente Rafael Correa. La gente sopesó su voto y por eso se decidió por Lasso, todo el tiempo visto como más aplomado y orgánico. Banquero y ducho en finanzas, los ecuatorianos creyeron que debían optar por un mandatario que conociera sobre la economía dolarizada del país y Lasso fue el elegido. En Colombia también prefirieron al más preparado y Petro no debió esforzarse mucho porque su rival, el independiente Rodolfo Hernández, terminó vencido por sus desbocadas declaraciones en la última semana de la campaña, denunciando que lo querían asesinar y peor aún, viajando hasta Miami lo que fue tomado como una huida, algo fatal para un futuro presidente. La gente, entonces, no come ni bebe ideologías. Sumida por el desencanto y el hartazgo, elige a un presidente, sea de derecha o izquierda pero que resuelva sus necesidades. Como el poder no es perpetuo, entonces, ambos presidentes no pueden ensayar a ganador sino serlo, como única alternativa. Por el encarecimiento del precio de los combustibles y la crisis alimentaria derivados de la guerra de Rusia contra Ucrania, la cuarta ola de la Covid-19 y últimamente, la viruela del mono, con impacto África y América Latina, la gente no dará tregua a los gobernantes, exigiendo medidas pragmáticas, ojo no empíricas, porque no quieren seguir siendo experimentos de caudillos, arribistas, aventureros, dictadores y anarquistas, que lamentablemente nos han dado las derechas y las izquierdas.