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Faltan pocos días para el cambio de mando. Al fin, Pedro Pablo Kuczynski tomará las riendas del país. Con 77 años a cuestas, 40 años de trayectoria política, dos campañas electorales y 8’596,937 votos, PPK recibirá la investidura presidencial.

Y no es ningún extraño. Aunque muchos no sepan escribir su apellido, sí lo conocen. Forma parte de la vida política nacional desde hace varias décadas, pero ahora le toca ser el protagonista y, como tal, tendrá los reflectores encima.

No saldrá a correr con la rigurosidad castrense de Humala, pero sí se ejercita; se mantiene sano. Sabe que le espera un trote agitado, y ha prometido transitar el Perú, dándole así la contra a Keiko, quien auguraba en él un gobernante de escritorio.

Algunos lo subestiman por ser de la tercera edad. Lo alucinan gringo, vetusto y ajeno. Pero PPK, fiel a su estilo socarrón, ha sabido darle la vuelta a esa percepción. Hace unos días, en Chile, dijo: “Todo el mundo dice que yo soy un tecnócrata, y yo creo que es mejor ser un tecnócrata que no saber nada”.

Y es que el virtual mandatario se caracteriza por su humor. La astucia y picardía con que responde a los cuestionamientos, críticas, e incluso a las injurias, son sus rasgos más distintivos. Cuando le preguntan si va a llamar a Keiko, responde: “Yo la voy a llamar, tengo su número. Lo que pasa es que a veces la Telefónica dice que el número no existe, pero yo sé que existe”. Y cuando le repreguntan quién va a ser el premier, refiere: “Va a ser hombre, independiente, joven y gordito”.

Así, nuestro presidente electo demuestra que no tiene miedo de las circunstancias en las que le ha tocado gobernar y que más sabe el diablo por viejo que por diablo.