El Presidente apareció esta semana, con una pizarra a su costado, para recordarnos que el aeropuerto de Chinchero saldría más barato. US$590 millones, para ser exactos. Pero que no firmaría la adenda, aún, pues la comisión Lava Jato lo pidió. El mensaje de PPK sonaba a “quiero, pero no me dejan”. Pese a que este gobierno corrigió los desaciertos de la gestión humalista, PPK no iba ni para atrás ni para adelante. El miércoles, y luego de la protesta en el Cusco, el MTC rectificó al propio PPK y dijo que la firma sí va. Otra vez, PPK nos hizo saber que el norte, su norte, es algo relativo. La misma ausencia de una brújula se evidencia con el escándalo de las constructoras brasileñas.

Las idas y vueltas que ha dado el Presidente, desde que el asunto explotó iniciado su gobierno, dan la sensación de que PPK no tiene mucha idea adónde va el peor caso de corrupción, desde la caída de Fujimori en el 2000. No se ve, pues, a todos los poderes del Estado como un puño tras los “peces gordos”, como los ha llamado el fiscal Pablo Sánchez.

Ellos sortean a un Estado que carece de una voluntad firme y decidida. El fin de semana se filtraron los planes de la Fiscalía para pedir la captura de Toledo. Pero el lunes la fiscal del caso pidió licencia. Pese a las sospechas que vinculan al expresidente con el dinero de Odebrecht y Camargo Correa, el sistema se toma una siesta. ¿Por qué la ministra Pérez Tello no lidera un caso que apesta? ¿Qué pasa con PPK que ni un huaico lo mueve? Cuidado que esta semana el agua llegó a bordear Palacio. Mejor darse cuenta de lo que está pasando, señor Presidente.

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