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La recomposición del gabinete, que debería anunciarse en las próximas horas o días, tendría que ser el punto de inflexión que tanto urge a PPK para encaminar la relación con el fujimorismo legislativo y que fue anunciada en un mensaje a la Nación como parte de un relanzamiento de su forma de gobierno a partir de 2018.

Será indispensable un gabinete político, sin duda, dirigido por alguien que tenga las virtudes que le faltaron a Zavala y Aráoz para negociar una relación distinta con Fuerza Popular, o enfrentarla y dejarla desguarnecida si prevalecen en algunas de sus posiciones intereses subalternos y desestabilizadores.

Los nombres de Ántero Flores-Aráoz y Jorge del Castillo asoman en el firmamento del premierato y ambos tienen, sin duda, el perfil y la experiencia necesarias, pero eso no será suficiente. ¿Qué falta entonces para que los 3 años y medio venideros sean distintos en términos políticos? ¿Hay una fórmula mágica que permita lidiar con este inusitado desmembramiento del poder? En principio, será indispensable que Kuczynski salga bien librado de la declaración de Marcelo Odebrecht y que ni una sola sombra más lo vincule con los estropicios de la corrupción. Si no, no habrá kenjistas que lo salven de la vacancia.

Después, tendrá que jugársela toda: pactar con FP una gobernabilidad compartida, conceder cuotas de poder, aprovechar el indulto y hasta acordar un teléfono rojo con la propia Keiko. El problema de PPK es que su fórmula de tender puentes fue siempre endeble, fallida y nunca llegó a cuajar.

Ahora deberá hacerlo bien, con una sofisticada inteligencia política. La apuesta por el choque tendrá que ser siempre el último recurso, la voz última a oír. 

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