En muy corto tiempo debemos ir a las urnas para optar por personas y propuestas. No será un episodio más en nuestras vidas. Hay muchas y muy variadas consecuencias que se derivarán de las opciones en juego. Hay mucho por sanar y bastante por reparar. Tenemos un enorme horizonte por alcanzar como para dejarnos seducir por quién sea y cómo sea. No permitamos que la tengan fácil los que nos han llevado a este atolladero. El clarín de la calidad en el ejercicio de la democracia ha sonado. Nuestro voto debe ser un esfuerzo supremo por reconciliar la ética con la política.

Es preciso elegir de tal modo y con tanto cuidado, que los que nos representen sean verdaderos gestores de la excelencia. No permitamos de manera alguna que el manejo de la república caiga en manos de incapaces e insensibles personajes del teatro del absurdo, quienes con sus actos niegan lo que dicen sus palabras. No más sombreros para ocultar latrocinios, no más universidades cuyos títulos se dan en almoneda, no más primeras piedras de obras que a duras penas sólo se inician y luego se abandonan, no más adquisiciones de bienes y servicios inútiles o de pésima calidad. En suma, hagamos que la corrupción pase al olvido y que los culpables purguen condenas.

Necesitamos hacer un esfuerzo supremo por identificar a los líderes a dedo y a los fabricantes de promesas ilusorias. Sólo un ciudadano informado es capaz de dejar de lado la democracia pasiva e indiferente por un sistema democrático inteligente y responsable. No nos queda otra, so pena de seguir en nada.

Y todo esto, no es mucho pedir. Es apenas un gesto.

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