Cuando repasamos los grandes momentos de la política internacional y del derecho internacional americanos del siglo XX -el impacto del fenómeno de la codificación del derecho internacional, la firma de valiosos instrumentos jurídicos como la propia Carta de la Organización de los Estados Americanos - OEA, el Tratado Americano de Soluciones Pacíficas o Pacto de Bogotá, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca - TIAR, la Convención sobre Asilo Diplomático de Caracas, surgido de las entrañas de América para el mundo, etc., que invistieron al hemisferio del principio del Pacta Sunt Servanda, que se traduce en el fiel cumplimiento de lo acordado-, la pregunta inevitable que debemos hacernos mirando la nueva centuria que se ha iniciado, es la siguiente: ¿Qué fue del aplaudido panamericanismo que mostró una visión totalizadora de la unión o la unidad continental luego de la conmoción y de los estragos que dejaron las dos guerras mundiales -la primera de 1914 a 1919; y, la segunda de 1939 a 1945-, buscando la cohesión continental? A estas alturas de la vida internacional dominada por la globalización, el desarrollo de las tecnologías e incluso por los retos que han surgido como consecuencia de la pandemia de la Covid-19, los 35 estados que componen nuestro hemisferio debieron hace rato conseguir la anhelada cohesión política y económica que el panamericanismo dejó como bases en el siglo anterior. Los países se han dedicado a torpedear a la fortaleza geopolítica natural que debía seguir a las naciones de América luego de afirmarse la doctrina del panamericanismo. Nada de eso se ha hecho. Al contrario, los países se han dejado seducir por las ideologías, sea el capitalismo (la derecha) o el socialismo (la izquierda), acercándose los estados a los hegemones que representan o han defendido dichos ideales filosóficos, políticos y económicos. El error de los estados y los gobiernos de las Américas ha sido creer que el panamericanismo estaba imbuido de categorías ideológicas. Por esta visión equivocada es que nuestros países no han sabido crear las bases para formar el gran bloque americano como ha pasado con Europa. Las diplomacias de los estados del continente se han dedicado a erosionar a la región, poniéndose cabe unos a otros. Por esa ausencia de una integración sin hipocresías, América sigue vulnerable.