Una de las consecuencias menos discutidas de la crisis de seguridad e institucionalidad que atraviesa el país es la creciente falta de empatía. En los últimos días, dos casos estremecedores lo han puesto en evidencia. El primero es el de la alférez FAP Ashley Vargas, desaparecida tras un accidente aéreo en el mar de Pisco. Sujetos sin escrúpulos se comunicaron con su familia para decirles que la habían encontrado y exigirles dinero a cambio de información sobre su paradero. No solo se aprovecharon del dolor, sino que hicieron perder horas clave en su búsqueda.El otro caso es el de Saulo Ampuero Valladolid, un paciente psiquiátrico del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado – Hideyo Noguchi (INSM) que fue abandonado por una ambulancia frente a una casa que no era la suya. Un video muestra cómo un vecino advierte del error, pero igual lo dejan allí. Desde el 11 de mayo no se sabe nada de él y sus familiares también están desesperados¿Qué nos está pasando como sociedad? No podemos acostumbrarnos a esta deshumanización. Necesitamos recuperar el sentido de comunidad, el respeto por el otro y la compasión. Ser empáticos no es un acto heroico: es el mínimo indispensable para vivir en sociedad. Que estos casos no pasen como anécdotas más. Que nos sacudan y que nos cambien.