Desde hace varias semanas siento la necesidad de decir mi palabra acerca de los casos de violencia escolar ocurridos en diversas instituciones educativas de nuestro país. En la perspectiva de la formación y la tutoría escolar, lo hago ahora con base en la experiencia de mi condición de tutor durante 30 años en colegios públicos y privados, pero sobre todo por mi participación directa en la concepción y desarrollo de la tutoría en la educación básica, no solo para acompañar cercanamente a los alumnos con fines de prevención e intervención ante dificultades de aprendizaje, sino para prevenir e intervenir ante conductas de acoso y agresión (bullying) y otros actos de violencia escolar.
Se ha incrementado el número de conductas inapropiadas, tal como se observa en las cifras del SíSeVe, que es un recurso de información y apoyo del Minedu. Después de la Pandemia (2022 y 2023), se han producido 4 731 casos de bullying y ciberbullying, así como 16 026 casos de violencia física, sexual y psicológica.
En las últimas semanas se han producido casos graves en el comportamiento de alumnos. Uno de ellos perdió la vida por ingerir una sustancia prohibida, otro por arma de fuego, y recientemente alumnas agredidas por violencia sexual. Se conoce que en varios casos las autoridades escolares han dispuesto que los agresores no vayan al plantel y reciban más bien clases virtuales (como si se tratara de una sanción).
Las conductas de violencia escolar nos deben preocupar para fortalecer la tutoría con el acompañamiento socio-emocional y las acciones respectivas de disciplina positiva, sin duda con la participación activa del colegio y el hogar. Se debe aplicar a los agresores, en el colegio y en la casa, medidas correctivas y recuperadoras. Mucho cuidado con la impunidad.