Ya sabemos lo que es este Gobierno, su grado de improvisación, su entrañable sociedad con la corrupción y su forma circense de administrar su poder, a tal punto de ordenar entre gallos y medianoche un toque de queda de un día, pero en el mismo día, con desparpajo, como si de una broma se hubiese tratado, señalar que la orden de inmovilización se levanta de inmediato. Es que no esperaban el grito de la calle que será el único que puede sacar a Pedro Castillo de su empantanada y fétida gestión. Solo la calle, decimos, porque el Congreso ha bajado su nivel al zócalo de la indecencia y se ha convertido en comparsa de esta felonía.

Ayer, en la reunión con Castillo, bajo el cuento de la gobernabilidad, las bancadas se reunieron con el presidente y con los ministros para plantear salidas, sin que ningún legislador con cojones u ovarios le dijera que no se puede seguir tolerando a este régimen de malandrines, con sobrinos fugados y asesores prófugos, con organizaciones criminales  enquistadas en ministerios y con funcionarios con prontuarios afines a los de “Momón” o “Caracol”.

Nadie le dijo a Castillo, en su cara pero con respeto, sin levantar la voz y solo haciendo uso de la fuerza demoledora de la verdad que ante tanta desfachatez, ineptitud y desgobierno, si un mínimo de decencia le queda, si un poquito de altruismo tiene, si es cierto que como usted dice, presidente, que lo eligió el pueblo y usted obedece sus órdenes, obedezca lo que en este momento le gritan en todas las calles del país, desde la Av. Abancay hasta las de Huancayo, Piura, Ica, Cusco, Arequipa, Chimbote y un largo etcétera, y váyase de una vez de un cargo que le queda más grande que un sombrero charro; y si ama un mínimo a esta patria que le dio una presidencia que no merece, renuncie para mirar en el futuro con algo de dignidad a sus hijos y que no quede ante la historia como el malandro que es, como el corrupto que será y como el mentecato que un día da una orden y al día siguiente la revierte, y lárguese para siempre. No, no hubo nadie en el Congreso y no lo habrá y solo queda la calle para exigir, ahora, que se vayan todos.