Si en los últimos años la Organización de Estados Americanos (OEA) ha servido de poco o nada para combatir a las dictaduras del continente como la que se mantiene en Venezuela, uno de sus países miembros, con la elección del actual canciller de Surinam, Albert Ramdin, como su nuevo secretario general, queda claro que la cosa seguirá igual o peor que con el uruguayo Luis Almagro, que dejará el cargo en mayo próximo con más sombras que luces en su gestión.

Ramdin había sido propuesto por países “progresistas” como Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, México y Uruguay, algo que debe tener muy tranquilo al dictador Nicolás Maduro, quien sabe que hasta el 2030 tendrá en la OEA a un personaje algo afín a su ideología o al menos no tan crítico como hubiera ocurrido si se elegía al paraguayo Rubén Ramírez Lezcano, quien tuvo que retirar su postulación por falta de apoyo de países que inicialmente lo iban a respaldar. Hasta Estados Unidos se puso de costado.

En febrero último Ramdin, en su condición de canciller de su país, recibió a su homólogo venezolano Yván Gil, representante de la pestilente dictadura chavista que está usurpando el poder tras el robo de las elecciones presidenciales del 28 de julio del año pasado que dieron como único y verdadero ganador al opositor Edmundo González Urrutia. El encuentro fue para “estrechar lazos”, como si pudiera haber diálogo con un representante de los delincuentes internacionales Maduro y Diosdado Cabello.

Y mientras Ramdin “estrecha lazos”, Maduro seguirá haciendo lo que le da la gana en Venezuela donde se vive una catástrofe política, económica, social y sobre todo humanitaria, que se traduce en un fenómeno migratorio totalmente descontrolado que no ha permitido a los países receptores hacer un buen filtro, lo que ha llevado a que entre gente honesta y trabajadora, se hayan colado cientos de delincuentes que han venido a agravar la situación de inseguridad en países como el Perú, Ecuador y Chile.

La elección de Ramdin es una evidencia más de que la dictadura venezolana y sus consecuencias en la región solo van a acabar cuando el propio pueblo pisoteado, al que le robaron descaradamente las elecciones y no le permiten comprar ni alimentos, implementos de aseo personal y medicamentos básicos, todo en nombre de una “revolución socialista”, se levente junto a los buenos militares y policías contra los tiranos, pues desde afuera es muy poco lo que se puede hacer.