Al enterarnos de la reciente noticia que nos llega desde Cuba, de que Raúl Castro, el hermano menor de Fidel, ha decidido retirarse de las responsabilidades políticas y administrativas del país, conducción que por cierto, los hermanos tuvieron desde que, el primer día de 1959, junto a Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, consiguieron el asalto de La Habana, que luego de la huida del dictador Fulgencio Batista, consumó el triunfo de la Revolución. Raúl, siempre estuvo cerca de su hermano Fidel y sabía que como a él, la edad le pasaría factura en algún momento. Su retirada podría entenderse como su desvinculación completa del proyecto revolucionario que su hermano logró en 1959 pero -sin que entremos en elucubraciones-, nadie podría dudar de que su paso al costado se convertirá en una prueba de fuego para el actual joven presidente, Miguel Díaz-Canel, que, aunque no es parte de la generación de los guerrilleros de 1959 -nació ese mismo año-, está claro que fue preparado y escogido para el cargo, calzando preciso en los objetivos de Raúl que, aunque ahora afuera del aparato político, en realidad estará dentro hasta el final de su vida, como sucedió con Fidel Castro. Pero con todo lo anterior, creo que Díaz-Canel desea mostrarse abierto queriendo más bien “dejar hacer dejar pasar” hasta que se produzca la inevitable partida terrenal de Raúl, que se dará en algún momento, y cuando eso suceda, tendrá que dar los pasos decisivos que la historia espera de su presidente cincuentón. En efecto, aguardará mejores tiempos, apoyado de Manuel Marrero, su primer ministro, para conseguir las alianzas que Cuba necesita para salir del infierno en que se halla. Pero, seamos claros, para ello todavía deberá transcurrir un poco más de tiempo. Raúl, aunque adulto mayor -el 3 de junio cumplirá los 90 años de edad-, estará atento para valorar la lealtad de Díaz-Canel y junto a él, lo estarán los coetáneos de los hermanos revolucionarios, que por cierto, cada vez son menos. Mirando la realidad actual de Cuba, los pasos dados por Raúl, primero, y el actual presidente, después, confirman que en el fondo prefieren un mundo con la modernidad que no tienen.