Muchas veces hemos sido testigos de las convocatorias a los llamados “Consejos de Estado”: En el 2005, Toledo lo convocó ante la toma de la Comisaria de Andahuaylas por parte de Antauro Humala; en el 2014, Ollanta Humala hizo lo propio para discutir medidas anticorrupción; En el 2016, PPK lo usó para el mismo fin; En el 2021, Sagasti lideró otro Consejo de Estado para evaluar urgencias frente al COVID y recientemente, la presidenta Boluarte para evaluar temas de coyuntura política nacional. Pero ¿qué es en realidad el “Consejo de Estado” y qué utilidad real puede tener? La Constitución no registra la figura de esta instancia consultiva nacional, ni tampoco cuenta con marco legal alguno; sin embargo, ha venido convocándose, reiteradamente, con el objeto de discutir temas de urgencia nacional a iniciativa de la presidencia de la República. Usualmente, se han convocado a los titulares de los principales poderes y organismos del Estado como son: el presidente del Congreso, del Poder Judicial, la fiscal de la Nación, el contralor de la República, el defensor del Pueblo y hasta el presidente del Tribunal Constitucional. (Me animaría a incluir a los jefes de las Fuerzas Armadas, también)

Este “Consejo de Estado”, ante situaciones inesperadas de catástrofe o grave emergencia nacional, podría constituirse -formalmente- como un espacio privilegiado de coordinación y ejecución e, incluso, romper temporalmente límites territoriales y límites de competencia funcional, generando una unidad de respuesta rápida y consensuada desde el Estado; un espacio de destrabe excepcional que licúe nudos burocráticos del aparato público para poder atender, de inmediato y sin ningún tipo de dilación, las urgencias de la población.

En situaciones de desastres naturales como los que vienen produciéndose al norte del país, necesitamos una gestión de coordinación y ejecución como la descrita (del más alto nivel) que tenga capacidad legal de acción. Seguramente, muchos alegarán que podrían generarse bolsones de mayor corrupción, pero si no tomamos la iniciativa de hacer cosas efectivas cuando la calamidad golpea nuestras puertas, no encuentro ninguna otra salida que no sea la de seguir lamentándonos por nuestra incapacidad, por nuestros muertos y continuar siendo espectadores de la literal destrucción de nuestro país. Reforma constitucional, ¡ya!