Según el Informe Latinobarómetro 2014, Perú constituye la tercera sociedad latinoamericana que piensa que la democracia puede funcionar sin un Parlamento. Asimismo, el 79% de latinoamericanos considera que la democracia es el mejor sistema de gobierno, mientras que solo el 56% la prefiere otro tipo de régimen. Un estudio reciente del Instituto Integración señala que el 35% de peruanos no sabe para qué sirve el Congreso y que solo el 47% tiene alguna idea de las funciones de un parlamentario. El mismo trabajo concluye que 60% de los habitantes de Lima no recuerda a ningún congresista de su jurisdicción.

A base de estas cifras y teniendo en mente el debate que se avecina sobre reformas electorales, me pregunto si la clase política representa a los ciudadanos peruanos. O dicho de otro modo: ¿está en crisis el modelo de democracia representativa en el Perú? Para muchos existe una crisis de representatividad, la cual abre nuevos cauces de representación en lo que ha denominado “espacio público político”, ocupado por las organizaciones de la sociedad civil. Esto implica para ellos que la democracia representativa ya es obsoleta.

Pienso que no es así. Considero que estamos ante una nueva clase de representación política -pero representación al fin- que continúa validando tanto a los partidos políticos como al espacio congresal e instituciones encargadas de tramitar la dinámica política, aunque dejando espacios secundarios para otros actores que influyen en el discurso político. La explicación requiere más investigación, pero aventuro una pista: cambió el elector y su forma de entender la política.

La cuestión no es menor, pues poner siempre contra la pared a los partidos puede avalar el fin de la democracia representativa para dar paso a formas “participativas” que disfracen modelos totalitarios con careta democrática. Cualquier reforma electoral debe tener esto en primerísima cuenta.