Debo confesar que me espanto cada vez que se le atribuye a la regulación el origen de los problemas de la inversión en infraestructura. Es cierto que hay mejoras marginales (y no tan marginales) que pueden ayudar a reducir algunos tiempos de ejecución. El verdadero problema está en la gestión.

¿Es la gestión un resultado endógeno o exógeno al arreglo institucional vigente? De ser exógeno estaríamos bajo una figura en la que los talentos y capacidades no son distribuidos de manera uniforme en los territorios y que el entorno no tiene ninguna incidencia en ese resultado. Este no parece ser el caso.

La gestión y las capacidades necesarias para hacerla exitosa y eficiente requieren de incentivos adecuados en los arreglos institucionales, requieren también de estabilidad política para evitar distorsiones en el diseño e implementación de políticas públicas, requieren de institucionalidad para la planificación en base a una visión de desarrollo. Ergo, la paupérrima gestión de infraestructura en el país es endógena al sistema.

Si es así, ¿por qué insistimos en cambios regulatorios que lograrán atacar la capa mas profunda de problemas de gestión?, ¿serán las facultades legislativas solicitadas por el ejecutivo la solución a los problemas de la inversión en infraestructura? Los diagnósticos abundan, pero las “soluciones” a las que usualmente se recurren son más de lo mismo.

Los incentivos no están alineados dentro de los ministerios, en los gobiernos regionales ni en los gobiernos locales, por eso tenemos el número de obras paralizadas que tenemos y los problemas que ya conocemos. El presupuesto público se desperdicia por cobardía o miopía, en una descentralización fallida en el que el presupuesto se asigna por “derecho” y no por la acreditación de competencias para poder ejecutarlo adecuadamente. ¿Hasta cuando los analgésicos?