Esta semana pasó por Lima el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la República Argentina, el embajador Guillermo Ramón Carmona, y aproveché para invitarlo a mi clase de Política Exterior en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su magistral ponencia de algo más de una hora, fue de las más orgánicas que haya escuchado hasta ahora de un alto funcionario argentino sobre un asunto que en pleno siglo XXI sigue siendo un despropósito que la comunidad internacional siga tolerando pretensiones ultramarinas como la que de facto mantiene el Reino Unido sobre estas islas incuestionablemente argentinas.

Recordemos que el 2 de abril de 1982 –gobernaba el Perú Fernando Belaunde Terry– el país más austral de América, impulsado por el régimen militar que dirigía sus destinos, llevó adelante la recuperación de las islas provocando el inicio de la guerra con Gran Bretaña. Han transcurrido 39 años de aquel momento bélico en que perdieron la vida cerca de 950 soldados, más de la mitad argentinos, y desde entonces no conozco a un solo presidente que haya obviado el reclamo. El actual, Alberto Fernández, va a tono con sus antecesores que han reiterado que el reclamo de las Malvinas es “legítimo e irrenunciable”.

Mientras tanto el Reino Unido sigue desoyendo la Resolución 2065 de la ONU, sin querer siquiera una negociación. La cancillería bonaerense ha reiterado su disposición a hacerlo a lo que Londres, como en los tiempos de la Era victoriana, se niega rotundamente. La reina Isabel II, el primer ministro Boris Johnson, y todo el séquito de las cámaras de los Lores y los Comunes, deben despojarse de esa actitud inconsistente de querer tercamente seguir amparando en pleno siglo XXI prácticas colonialistas del pasado.

El RU debe comprender que las reglas han cambiado pues la característica que marcó al sistema internacional desde mediados del siglo XX, ha sido el proceso de descolonización que rechaza el mantenimiento de posesiones territoriales amparadas en el poder político o militar ultramarino, una situación que constituye una violación del gran legado westfaliano del principio de soberanía territorial que históricamente le corresponde a Buenos Aires. Corresponde la negociación sensata. Es lo que el derecho internacional de hoy espera del Reino Unido.