El Gobierno ha permitido que se llegue a esta situación al no haber sabido controlar el desborde popular motivado por una gavilla de delincuentes, incluso alguno con sentencia suspendida como el tal “Pepe”. Nada de esto es nuevo y todos sabíamos lo que se estaba cocinando a fin de suspender la inversión minera en Tía María. Que el Estado no tuvo ninguna presencia es un hecho real. Se permitió que estos desadaptados hicieran lo que les viniera en gana azuzando a una población cuasi iletrada, inerme ante las mentiras utilizadas para desprestigiar el proyecto. El Gobierno ha sido incapaz de reaccionar a tiempo antes de que se produjeran los rechazos y neutralizar la acción de los llamados antimineros, los cuales ya deberían de estar detenidos hace tiempo. Ellos no es que propugnen los sentimientos antimineros: ellos quieren cambiar el modelo de nuestro Estado, tienen otra ideología ya fracasada y que se sustenta en un comunismo que ya ni los propios chinos sostienen; buscan la implosión de nuestro Estado. Nadie está en contra de que los proyectos mineros estén sustentados en los estudios medioambientales requeridos y con las más altas tecnologías. El tema no es dialogar sin fin. Una vez explicadas y entendidas las bondades del proyecto, y lo que va a beneficiar a la región, punto final al diálogo y dedicarse a la ejecución del proyecto. Basta de tanto diálogo que no lleva a nada, sino más bien a demostrar la debilidad del Gobierno y arriesgarse a los desplantes de la gavilla de delincuentes (como dice el ministro del Interior) a cargo de los revoltosos. Ya es hora de que el Gobierno se ponga los pantalones y ponga el orden en la región, y llevar a los tres alcaldes que han sido elegidos para que entiendan todos los elementos del proyecto, y cómo el mismo no afectará en nada ni a sus poblaciones ni a su agro y, por el contrario, cómo beneficiará a la población en general. Basta ya de tanto arrodillarse. Si esto sigue así, ni siquiera llegaremos a las elecciones, sino que se nos estará imponiendo una nueva categoría de Estado y una nueva ideología. ¡Basta ya de diálogos inútiles y seamos un Estado coherente!