Ha sido acertada la decisión del presidente Vizcarra de que sean llamados unos 10,000 reservistas de las FF.AA. para sumar a la consigna nacional de evitar el aumento del contagio por la pandemia del coronavirus. Su estricta tarea será el cumplimiento del aislamiento y la inmovilización social obligatorios, dictados por el Ejecutivo. Nuestros militares ya están en las calles desde que fuera decretado el Estado de Emergencia Nacional el pasado lunes 16 de marzo. Recordemos que, a poco de que nos llegara el caso cero de infectado por el COVID - 19 (6.03.20), había vuelto por enésima vez para dominar el debate público peruano, la avalancha de cuestionamientos al eventual desempeño de los miembros de las FF.AA. en las calles y hasta con aseveraciones infundadas, de todo calibre, donde tenían tribuna aquellos que pregonaban que nuestros militares no estaban preparados para combatir a la delincuencia. La realidad de la pandemia está demostrando todo lo contrario. Los reportes sobre fechorías han disminuido drásticamente durante el actual estado de excepción que acaba de ser prorrogado. No me cansaré de decirlo: los militares, aquí y en la China, siempre están totalmente preparados. Lo contrario es un insulto a su intrínseca formación en seguridad y defensa nacional. Olvidamos que los tenemos como primera línea de contacto cuando salimos a ejercer nuestro derecho de sufragio. Lo que pasa a los peruanos en general es que no estamos acostumbrados a que se imponga orden. No nos engañemos, en el Perú la disciplina no es una regla y muchos se creen dueños de la verdad y del mundo, por lo que es necesario imponer el principio de autoridad con la ley y las armas en la mano. La PNP, que jamás debe sentirse desplazada, hace un gran trabajo, pero ha quedado demostrado que sola no iba a poder. Sin las medidas dictadas, los contagios por coronavirus hubieran aumentado geométricamente, pudiendo incluso jaquear las capacidades nacionales. Cuando pase todo no vayan a decir que los militares solo deben salir a las calles por Estado de Emergencia. Hemos vivido por muchos años con la filosofía y la retórica del bla, bla, bla.