Hugo Robles del Castillo, héroe nacional de nuestro tiempo -combatió en El Cenepa (1995) y fue comando Chavín de Huántar (1997)-, nos ha dejado sin que el Estado peruano pudiera relievarlo, como correspondía a su gran figura, para mejor provecho de las nuevas generaciones, tratándose de un excepcional coronel del glorioso Ejército y sobre todo, mejor ser humano, poniéndolo a prueba la vida al volverlo padre de mellizas que nacieron pocas semanas antes de consumarse la operación de rescate de 71 rehenes en la embajada del Japón, que fuera tomada por 14 miembros del MRTA.

Las largas conversaciones con Hugo Robles siempre las consideré privilegiadas como debió ser -y no exagero porque no todos los santos están en los altares- para los que trataron a Andrés A. Cáceres, luego de su gesta durante la guerra de 1879 y hasta su muerte en 1923.

Este bravo militar, hijo de ancashinos y el segundo de 8 hermanos, que estaba dotado de una rapidez mental impresionante y de una sólida formación humanística -además, fue abogado por San Marcos, realizó una maestría y estudió en la Universidad del Pacífico-, sin duda, tenía todo claro sobre nuestro país. Había leído mucho a Basadre y por eso, sus ganas por bregar por un Perú mejor, lo llevaron a viajar por todos los rincones de la Patria.

En esa ruta, fue testigo de acusaciones contra los soldados que luchaban contra el terrorismo, asumiendo sin desmayo su defensa jurídica. Hugo fue un idealista por antonomasia preocupado por el país y por eso no ocultaba sus ganas de ser presidente del Perú. Como suele pasar, fuera de su tierra lo supervaloraron y por esa razón, promovido por la estela del exitoso referido rescate, invitado viajó por Europa y EE.UU. para dictar cursos sobre seguridad.

Su heroicidad debió ser encaminada para sembrar el patriotismo que tanta falta hace a los peruanos. Destaco la semblanza del periodista Phillip Butters el mismo día de su muerte (17.09.20). Como se ha hecho con la mayoría de nuestros héroes, lo vamos a valorar póstumamente. Bien, pero no será lo esperado. No debe repetirse con otros héroes vivientes que, estoy seguro, tenemos a nuestro alrededor.