El reciente bombardeo ruso del estratégico puerto ucraniano de Odessa en el Mar Negro en momentos en que se venía cargando granos para sacarlos al mundo y así atenuar la crisis alimentaria planetaria derivada de la guerra en Europa del Este, revela el total menosprecio de Moscú por el cumplimiento de lo acordado tan solo 24 horas antes del ataque, al decidir ambos países en Ankara, capital de Turquía, no ejercer el uso de la fuerza en el punto de origen y el corredor establecidos para la exportación de los 20 millones de granos que es la demanda calculada a la fecha. Esta circunstancia es realmente grave y debilita al derecho internacional en medio una conflagración bélica bilateral de proporciones realmente preocupantes.

En efecto, el lanzamiento de misiles de la víspera por fuerzas rusas confirma que a Vladimir Putin no le interesa cumplir lo que se había pactado con Ucrania a pesar de contar en la mesa de negociaciones al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y al secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres. Lo que ha sucedido, entonces, es muy grave porque pisotea el principio jurídico del Pacta Sunt Servanda que se traduce como “el fiel cumplimiento de la palabra empeñada”, es decir, la obligación de todos los Estados de dar cumplimiento a lo acordado.

Ningún país debe violentar lo pactado porque el derecho internacional jamás podría avalar los caprichos de alguna de las partes dado el carácter ius cogens o imperativo de los tratados. Siendo, además, un principio que yace consagrado en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, la credibilidad rusa para futuros acuerdos en el marco de la guerra y fuera de ella, se pierde sin discusión alguna.