La inteligencia estadounidense sabe de memoria que el mayor talón de Aquiles de Rusia es que sea sancionado -también le pasa a Irán- y por eso lo ha hecho. Joe Biden, entonces, a tono con llamar “asesino” a Vladimir Putin, lleva adelante el plan de la Casa Blanca de mostrar toda su ira a Moscú. Más allá de que el mandatario demócrata explote al máximo la injerencia cibernética rusa para que no gane las elecciones de noviembre de 2020, en realidad se aprovecha de este asunto para ir más lejos, conforme los intereses de EE.UU. Las sanciones económicas se iniciaron con la anexión de Moscú del territorio de Crimea, la península ucraniana -famosa por haberse allí realizado en 1945 la histórica Conferencia de Yalta entre los líderes de los tres países vencedores de la guerra de 1939: Roosevelt (EE.UU.), Stalin (Unión Soviética) y Churchill (Reino Unido)-, a la que en solo 24 horas ocupó en 2014 con más de mil tanques y terminó anexando en un acto completamente proscrito por el derecho internacional que las Naciones Unidas calificó de nulo. Junto a ello, la arremetida rusa de desplazar recientemente sus tropas hasta la frontera con Ucrania, en un momento sensibilizado por el conflicto del Donbás que lleva desde 2014. En adición, están las medidas represivas del régimen de Moscú contra el opositor Alexei Navalni, que apenas retornado de Alemania, a donde fue llevado para salvar la vida por un envenenamiento, fue encarcelado desnudando la actitud abusiva del gobierno que ha merecido la censura internacional. Las sanciones económicas, a diferencia del pasado en el sistema internacional, hoy son las más letales para los Estados. Washington sabe muy bien de la vulnerabilidad económica de Rusia, el país asiático con mayor potencial militar regional, eso es verdad, pero que desde el derrumbe soviético en 1991, que dio paso a la Federación de Rusia, hasta ahora no ha logrado recuperarse en términos del poder económico que hoy define los actores de influencia en el mundo como lo tienen sin discusión, China y EE.UU.  Es verdad que Putin no se ha quedado de brazos cruzados y sus voceros, como con libreto en los labios, han salido a contraatacar señalando que Rusia va a reaccionar, lo que algunos presumen se haría frustrando la esperada reunión entre Biden y Putin.