El gobierno de Martín Vizcarra atraviesa su fase más crítica en términos de respaldo ciudadano, político y social en todo su periodo de gestión tras la retahíla interminable de errores en las decisiones para contrarrestar el insaciable coronavirus. Por primera vez en 93 días del estado de emergencia, el primer mandatario no se dejó ver diez días en sus habituales conferencias de Palacio demostrando así que carecía de respuestas para las agobiantes interrogantes de estos tiempos como la escalada de muertes y contagios que colocan al Perú octavo en el mundo, la angustiante falta de oxígeno, el colapso de los hospitales, las muertes en los domicilios, la escasez de medicinas y la zozobra de miles de trabajadores informales que pugnan por un lugar en las calles en su dramática guerra diaria por la supervivencia. Es, sin duda, el peor momento de Vizcarra. La epidemia ha dejado ver, sin maquillajes, la grisura de su impronta, su personalidad anodina, el fermento desde el que regurgita su apabullante medianía. En el zócalo de su periplo y al margen de lo que señalen las encuestas, es evidente que el grupete palaciego que encarna el poder está desesperado, sin armas ni estrategia comunicacionales que puedan amortiguar el desastre. Hasta antiguas guaripoleras le han dado la espalda. Así la situación, el gobierno ha ingresado a una peligrosa fase de inanición en la que resuelve problemas con más dudas que convicciones y empuja al país a una farsa de cuarentena que ya nadie acata. La mitad de los ministros deberían irse pero defenestrarlos agudizaría la crisis. En ese hervidero de vacilaciones, Vizcarra está dejando que el principio de autoridad se evapore y que ingresemos a una meseta, esta sí real, en el que prevalece un mensaje tan desalentador como realista: Sálvese quien pueda. El coach ha arrojado la toalla al ring de su masacre existencial. Sí, los resquebrajados hilos del poder se han declarado en cuarentena y gran parte de la ciudadanía debe ahora apelar a su responsabilidad, a sus criterios y recursos para enfrentar un virus que ya acabó con la credibilidad de este fallido gobierno.