Vista la cantidad de veces que el ministro del Interior, Juan José Santiváñez Antúnez, ha dejado mal parada a la presidenta Dina Boluarte, al presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén; y a sus compañeros en el Gabinete, cabe preguntarnos ¿dónde está el límite?
¿Qué barrera le ha trazado la mandataria a este inefable personaje que día a día arrastra por los suelos el poco crédito que le queda a esta gestión?
¿O es que acaso Santiváñez Antúnez tiene patente de corso para seguir cometiendo estropicio tras estropicio sin tener que dar cuentas a nadie o, lo que es peor, conoce algo tan grave de esta gestión que impide que el gobierno pueda expectorarlo pese a lo nefasto que ha demostrado ser?
Pocas veces en la historia republicana de este país vimos a alguien como Santiváñez Antúnez ostentar tanto poder.
No solo hablamos del fiasco de la captura de Iván Quispe Palomino sino de sus negados audios y de su ineptitud para hacer frente a esta escalada criminal pero ¿saben qué es peor? Que el gobierno lo mantenga en el cargo.
Esto demuestra que el país poco o nada le interesa a la presidenta Boluarte y al premier Adrianzén, así como a la coalición que los mantiene en el Poder.
El Congreso tranquilamente podría censurar a Santiváñez, pero no lo hace porque les es útil y en eso radica su supervivencia, porque ni dignidad para renunciar tiene.