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Ataques sistemáticos a oficinas, a vehículos que intentan circular; o como pasó con dos buses apedreados y 14 trabajadores heridos. Bloqueo de vías, agresiones a policías y a personas que rechazan su protesta, y el arrojo de una bomba molotov a la comisaría son algunos hechos que marcaron las últimas 72 horas en Islay, en especial en Matarani, lugar estratégico para el embarque y desembarque de buques que llegan a esta zona en Arequipa y sur del país.

Ya son 48 días de estas manifestaciones de extremistas que se oponen al proyecto minero de Tía María, cuyo accionar linda con actos terroristas. Son manejados anónimamente por grupos de izquierda que buscan generar el caos y la zozobra, incluso provocando a las fuerzas del orden para que ante cualquier intervención ello sea usado como “violencia contra el pueblo”. Estos vándalos, que tienen cubiertos sus rostros, se sienten fortalecidos por la reciente llegada de congresistas que solo alientan protestas, en claro interés político y sin medir los millonarios daños que dejan a la economía de la región y del país.

Eso lo hicieron en Mollendo, capital de Islay; pero la población que busca tranquilidad comenzó a marchar y rechazarlos, mientras el resto de la provincia enfrenta un enrarecido clima de violencia y el temor a ser agredido si uno no levanta su banderola verde. Islay es un polvorín y de eso sacan provecho políticos que se alimentan del caos. Cuidado con lo que está pasando en el sur. Urge que desde Lima el Gobierno mire con mayor interés para restablecer el orden, en especial en Islay, donde las protestas violentas son frecuentes.

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