El país atraviesa uno de los momentos más críticos y dramáticos de los últimos años. Es cierto que las protestas, en algunos casos, han virado a desmanes, vandalismo, violencia y actos de terror, promovidos por extremistas y delincuentes, sin embargo, disparar indiscriminadamente no es la solución. Las muertes de más de 40 peruanos solo agravan la situación y dan una idea de la barbarie que vivimos.

El primer ministro, Alberto Otárola, salió al frente para anunciar más mano dura frente a las cruentas manifestaciones y dijo que hordas de delincuentes y grupos financiados con dinero del exterior son los responsables de tanta violencia. Esperemos que sus palabras no sean meramente declarativas y que si ya sabe quienes son los culpables de los actos criminales en algunas regiones es momento de identificarlos y capturarlos.

Es evidente que si queremos salir de esta terrible coyuntura, el Ejecutivo tiene que ponerse de acuerdo con fuerzas políticas y sociales muy distintas. Y no solo deben  estar los grupos que reclaman nuevas elecciones y cierre del Congreso, sino también potenciales candidatos a la presidencia que hoy muestran un mutismo sospechoso, ese silencio que más parece indiferencia.

Los líderes políticos que hoy se ufanan de ser democráticos deben estar en capacidad de demostrar, con acuerdos a corto plazo, que son capaces de devolverle al país una paz social perdida. No hay que sacar cuerpo para sostener una democracia que dicen representar y defender. Solo ello le puede dar gobernabilidad y legitimidad política al Gobierno de Dina Boluarte.




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