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La renuncia del ministro de Cultura, Francisco Petrozzi, parece haberle puesto fin a la polémica por la destitución del presidente del Instituto Nacional de Radio y Televisión, Hugo Coya. Por supuesto, el excongresista recibió una andanada de críticas que repercutieron en el Gobierno. De este modo se convirtió en el tercer ministro en perder su puesto luego de la disolución del Congreso, un detalle que dice mucho del actual régimen.

La salida de Coya se interpretó como una falta de pluralidad en el medio de comunicación del Estado y era evidente que Petrozzi era el responsable de este entuerto. Pese a que este hacía gala de su optimismo en este tema y "tenía la manía de seguir pensando que todo estaba bien cuando las cosas van mal", como decía Voltaire, era evidente que no comprendía los alcances de su responsabilidad en un caso tan sensible.

En líneas generales, los políticos no son muy precisos en sus opiniones, y Petrozzi no fue la excepción. Trató de convertir su gestión en una gran representación artística e intentó atraer el foco de los medios gracias a la puesta en escena de determinadas acciones; sin embargo, a la hora de presentar los resultados de su trabajo no fue eficiente. Lo más lamentable fue su falta de tino para resolver un escenario de crisis.

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