El secretario de prensa de la presidencia de la República (1963-1968), Mario Saavedra-Pinón, recordaba que el primer discurso, como jefe de Estado, de Fernando Belaunde Terry ante el Congreso era de casi 60 páginas. “Encargado de entregarlo a los medios, pude verificar que lo que parecía una improvisación era en realidad un alarde fabuloso de memoria. No leyó una línea”.

Recuerdo este relato y caigo en la cuenta que ahora, por ejemplo, el máximo representante de Acción Popular en el poder, Manuel Merino de Lama, tiene que leer dos hojas para expresar algo y encima deja mucho que desear. Y no solo es este caso, son muchos más, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo.

Por supuesto, el Congreso se lleva toda la atención. Se han visto muchos casos de parlamentarios a los que se les oye, más que nada porque alzan la voz y gritan, ¿pero alguien los escucha? Si supongamos hay gente que los escucha, creo que se mata de risa, que es lo más lamentable.

Hoy todos los partidos están armando sus listas para el Congreso. Hay precandidatos familiares del dueño de la agrupación, hay exfutbolistas, hay figuras de la farándula, hay políticos que ya estuvieron en el poder y no hicieron nada o fueron cómplices de las trapacerías de los presidentes de turno y hay gente puesta a dedo para seguir ocupando sus sitios de privilegio.

Recuerden que los ciudadanos estamos hartos de las componendas, de la vieja clase política, de los vagos, de los incapaces, de los odiadores, de los payasos, que cada vez nos representan menos. El problema es que si uno cree que todo es lo mismo y no se perciben alternativas estaremos en el umbral de peores crisis.

Si no hay congresistas que lleven a cabo las reformas que pide el país, incluido un cambio en la forma de hacer política, estaremos amenazados por más frustraciones.

Ya estamos cansados de promesas. Creo que ya no es tiempo de prometer y no realizar, es el momento de políticos que le digan a la gente qué hacer para que el país salga del fondo y tener la capacidad de cumplir ello.