La repentina muerte de quien en vida fue Nano Guerra García, es un hecho que, además de conmocionar y de ser sumamente doloroso para su familia y el país (particularmente no concordaba con las ideas de su partido, Fuerza Popular, pero sí considero que era un personaje que aportaba positivamente a la política nacional), nos debe llamar a la reflexión sobre la todavía precaria condición de la salud pública en el Perú.

En ese sentido, propongo remontarnos hasta los años de la pandemia -no tan distantes, por cierto- cuando la COVID - 19 desnudó completamente todas nuestras falencias, y en especial sobre la salud y las condiciones en las que se encontraba la salubridad nacional, pasando por deficiencias en infraestructura, logística, recursos humanos, organización, eficiencia en el servicio y claro está, la corrupción.

Así pues, la peste nos abrió los ojos y creímos que, a partir de esa dolorosa experiencia, empezaríamos a cambiar las cosas para bien y enmendar muchos factores negativos que veníamos arrastrando desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, lo sucedido con Guerra García, quien probablemente perdió la vida por no encontrar una oportuna atención médica en nuestra región, confirma que la situación no ha cambiado, ni se hacen esfuerzos necesarios para cambiar.

Resulta muy lamentable la partida de Nano Guerra, pero su muerte debe significar una profunda reflexión en muchos aspectos -en especial en la salud pública- y así confirmar que hay todavía muchas cosas por modificar y mejorar. Desde este espacio de comunicación, extendemos las condolencias a familiares y amistades de Nano Guerra García. Que en paz descanse.