Señoras de armas tomar
Señoras de armas tomar

CARPE DIEM 

El sol caía en la tarde del 13 de enero de 1881 y la jaujina Leonor Ordóñez Surichaqui vio de lejos cómo el soldado Felipe Vilcahuamán era repasado a tajos de corvo en la pampa de San Juan, durante la batalla de Lima. Ella era su panakuna -muchas fuentes las refieren simplemente como “rabonas”- y fue quien le cerró los ojos para luego cavar allí mismo en la arena, con sus manos de uñas rotas, la tumba improvisada donde su marido descansaría.

Tomó el fusil de su esposo, se encaminó a su casa en Huancaní y esperó. Allí estaba cuando se enteró que Tayta Cáceres había entrado al valle del Mantaro. Se juntó con el cura del pueblo, un funcionario del municipio y organizó una columna de 41 guerrilleros a caballo. Otras cinco mujeres iban con ella.

Los historiadores de Junín refieren que el 22 de abril de 1882 por la tarde se dirigieron al pueblo vecino de Huaripampa para ponerse a órdenes del sacerdote Buenaventura Mendoza, montonero que ya se hacía un nombre por su resistencia a las tropas del sur. Al encontrarse su formación a la altura de Antoshpampa divisaron al regimiento al mando del coronel chileno José Gutiérrez, “el Araucano”, que venían por la ruta de Atishi.

Los invasores tenían cañones con metralla. Leonor peleaba con una lanza y tiraba piedras con huaraca. Fue herida, torturada y finalmente puesta contra el muro de una casa en llamas de su propio pueblo, donde fue fusilada. Desde 1988 sus restos descansan en la Cripta de los Héroes.

Si quieren saber más, pueden visitar su pueblo, que hoy se llama Leonor Ordoñez. En el centro de su plaza hay una estatua de la guerrillera con una bandera peruana al viento.

En la comunidad de Comas, tampoco tenían armas. Junín es tierra brava de los Chancas y usaron la única arma con la que siglos atrás sus guerreros pudieron frenar a las tropas imperiales del Inca: las piedras galgas. Rocas del tamaño de un auto que despeñadas desde las alturas aplastas a cualquier tropa con la poco fortuna de caer en la emboscada. En mayo de 1882, el galguero más famoso se llamaba Candelaria Estrada. Sus ataques lograron que toda una columna de guerrilleros peruanos pueda ser armada con los fusiles que ella misma removía de las manos de aquellos soldados hechos pulpa.

Los tres hijos de doña Joaquina Ávila viuda de Lindo se habían enrolado en el batallón Libres de Sicaya. Apenas 4 días antes de la epopeya de Leonor, las tropas sicayinas chocaron contra una avanzada chilena en la batalla de las pampas de Huyuycán y Piracato, en las afueras de Huancayo. Para Joaquina era impensable separarse de sus tres muchachos. Con otros vecinos se cubrieron con ponchos y en medio de la noche salieron a destruir los puentes de Chongos y Huaripampa a puro golpe de hacha y cincel para cortar el avance de quienes amenazaban la vida de sus hijos. De milagro Joaquina salió viva cuando los descubrieron y persiguieron a balazos.

Se hacían llamar la Guerrilla Libertad cuando esta fuerza auxiliar entró por primera vez en combate. Joaquina y sus tres hijos murieron juntos en el campo de batalla.

El 31 de mayo de 1881 -hace 135 años ya- Paula Fiada no sabía que cuando clavó su cuchillo de cocina en el pecho del soldado chileno que intentaba forzarla, estaba empezando la batalla de Vilcabamba. Las fuerzas expedicionarias del comandante Ambrosio Letelier estaban de campaña por la Breña, cobrando cupos de guerra y hostilizando a las poblaciones que no colaboraran en la cacería del coronel Andrés A. Cáceres.

Paula estaba con sus ovejas cuando el jinete la atacó. Ella sabía por testimonios de primera mano, que el paso de las tropas chilenos estaba marcado por el rastro de mujeres violadas y asesinadas. Luego de acuchillar a su agresor corrió al pueblo, que se ubicaba a seis leguas de Cerro de Pasco. Tras ella iban la infantería de Letelier. El pueblo se organizó. Pelearon con sus herramientas de labranza. Azadones, rejas, machetes. El que tenía suerte llevaba una carabina.

Junto a Paula murieron Epitación Ramos, José Vásquez, Micaela Villegas, Salomena Javier, Martina Víncula, el viejo Juan Mata Alcántara que despachó a dos soldados a bastonazos.

No vamos a perder tiempo hablando de hombres y mujeres defendiendo la patria. Eran peruanos. Punto.

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