Cuesta controlar la indignación ante casos como el secuestro, violación y asesinato de una niña de 4 años. Estos hechos dejan en claro que vivimos en una sociedad degradada y con serios problemas de salud mental. Lo más fácil y pernicioso en el último suceso ocurrido en Independencia, Lima, es manifestar que la madre tuvo la culpa porque no cuidó a la menor. Comprendan que si no ella era, el victimario igual iba a quitarle la vida a otra pequeña.

Ante este triste panorama, que va creciendo con el correr de los años, la respuesta más fácil de los políticos es que se instaure la pena de muerte. Ya hemos escuchado esta frase tanto tiempo ante casos que conmueven a todo el país, que hasta nos parece trillada. Se transforman en clichés de campaña que al final son imposibles de realizar. Nadie propone situaciones eficaces para una dramática situación que es fruto de décadas de negligencia. En estos momentos la inacción y el contemplar este panorama simplemente son un crimen.

La infancia de nuestros hijos está siendo atacada por la inseguridad en las calles que vive el país. Es la violencia que afecta a todos independientemente si una madre y un padre se descuidaron de sus pequeños. Al margen de las leyes, el Gobierno debe poner en agenda programas y estrategias para atender cuanto antes los problemas de salud pública.

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