La seguridad ciudadana es una de las reformas de segunda generación que no solo está pendiente, sino cuyo retraso agrava la devastadora situación que atraviesa el país en esta materia. En medio de una de las épocas más convulsas en cuanto a inseguridad, la Policía Nacional es objeto de una serie de denuncias que implican a altos mandos en casos flagrantes de corrupción. Es un organismo podrido por dentro y que requiere una restructuración urgente como lo ha anunciado el premier Otárola, pero, entre tanto, es indispensable que se acelere el combate a las mafias de dos flagelos que acechan los mecanismos más básicos de la supervivencia social: El sicariato y la extorsión. Emparentados, las cifras de estos delitos se incrementan ilimitadamente sin una estrategia integral, sin resultados a la vista o, siquiera, sin la más mínima reacción a la cadena de fechorías que diariamente las alimentan. Un par de sicarios disparando como en el wéstern sobre un paradero de mototaxis, con la consecuente muerte de tres mototaxistas, en San Juan de Lurigancho, es la muestra más reciente del desparpajo y la osadía de estos delincuentes que se burlan de la Policía y, con ella, de todo el sistema, incluido el judicial, estructurado supuestamente para luchar contra estos delitos. Sin ánimo xenofóbico, hay muchos extranjeros, venezolanos y colombianos, que parecen haber llegado al país a delinquir con un equipaje de impunidad proveniente de sus países. ¿Cuál es el resultado que exhibe la Brigada especial contra la migración delictiva creada en enero de 2020? Empresas, negocios, personas naturales y responsables de otras actividades se ven sometidas cada día al abusivo chantaje de los extorsionadores y son ya varios cientos los que han acabado muertos. ¿Qué se espera? ¿Cuál es la estrategia? ¿Dónde está el plan? En cuanto al sicariato, ¿a cuántos se han atrapado?, ¿qué medidas se han tomado? ¿son las penas suficientes? Asistimos, con pavor, cada día, al reino de la indefensión al salir a las calles y no hay autoridad que nos proteja. Un balazo puede acabar con el futuro más promisorio. La selva de cemento es hoy más selva que nunca.